Robert Kiyosaki, en su libro "Padre rico, padre pobre", hace una definición de activo muy diferente a la que normalmente aceptamos como válida y, a la vez, interesante.
Activo.
En contabilidad, finanzas e incluso en impuestos, un activo es todo bien, cosa, propiedad o derecho que tiene una persona o una empresa.
Esta definición no tiene en cuenta si el activo genera renta o ingresos, o incluso gastos; lo que cuenta es que sea propiedad de la persona o empresa.
En finanzas, y para algunos actores, una propiedad o un bien se considera activo solo si genera ingresos, y si no genera ingresos y lo que hace es generar gastos, como un vehículo familiar, por ejemplo, se considera un pasivo que solo consume recursos.
Activos que no lo son según Robert Kiyosaki.
Esta definición tiene poco que ver con la definición contable o fiscal a la que todos estamos acostumbrados, pero no por eso es menos válida; sino que, al contrario, es una definición muy interesante desde el punto de vista de las finanzas personales o de la empresa, incluso.
La definición de activo que conocemos hace referencia a todos los bienes y derechos de una persona o empresa, sin importar qué tipo de bienes o derechos sean.
Para Robert Kiyosaki, activo es todo aquel bien o derecho que genera efectivo, o como diríamos los contadores, todos aquellos activos productivos, esos que generan renta.
Esta definición es especialmente importante para los emprendedores, a los que les debe quedar absolutamente claro que no todo activo tiene, en el fondo, esa calidad.
Si partimos de que activo es solo aquello que puede generar ingresos, la gran mayoría de los activos que poseemos, en verdad no son activos, sino que, como dice Robert Kiyosaki, son un pasivo o una simple obligación, puesto que son activos que, en lugar de generar ingresos, lo que hacen es consumir recursos, lo cual financieramente no es nada recomendable.
Un emprendedor, sobre todo cuando apenas inicia con su proyecto, no se puede dar el lujo de comprar un automóvil último modelo, o comprarse el celular de última generación, puesto que son activos absolutamente improductivos que no generan un solo peso [solo satisfacción personal, lo cual no es malo, sino que es bueno dependiendo de las circunstancias y el momento], y que para adquirirlos, es necesario despojar al proyecto de preciados recursos que no son otra cosa que despojarlo del capital de trabajo necesario para su sostenimiento o ensanchamiento.
Un verdadero emprendedor sabe que lo último que puede hacer es darse lujos costosos e innecesarios.
Quienes han experimentado el emprendimiento saben que gana más cualquier empleado que el mismo emprendedor, y, por consiguiente, saben que deben actuar en consecuencia con esa realidad.
Iniciar cualquier proyecto no es fácil, y en sus primeros años, existe un gran déficit de efectivo, por lo que hay que ahorrar hasta el último peso para no afectar el normal desarrollo del proyecto.
Uno de los principales errores de algunos emprendedores es que, una vez su proyecto ha alcanzado algún éxito, empiezan a comprar bienes que a la postre no son necesarios, debilitando financieramente al proyecto de esta forma.
Cualquier proyecto de éxito exige de principio a fin un flujo constante y creciente de inversiones, si es que quiere sobrevivir a largo plazo, lo cual indudablemente obliga a invertir solo en activos productivos. Ninguna empresa se puede dar el lujo de construir elefantes blancos, como hacen nuestros folclóricos gobernantes.
Es por esa definición de activo que muchos bancos hacen caso omiso a los estados financieros cuando las personas incluyen en el activo obras de arte, televisores de plasma de 49 pulgadas, celulares con incrustaciones de oro, etc., puesto que saben perfectamente que esos activos, por elevados que sean, no generan ingreso alguno que pueda garantizar un flujo de efectivo suficiente para pagar el crédito solicitado.
Para un emprendedor, el único activo debe ser aquel que de una u otra forma le pueda generar efectivo; de lo contrario, será una inversión ociosa y, por tanto, inconveniente, y a la postre puede ser más que desastrosa.
Es común y lamentable ver en nuestro medio a familias de estratos medios y bajos haciendo créditos para costear ostentosas fiestas de 15 años o matrimonios, lo cual es una clara muestra del desconocimiento absoluto del manejo adecuado de sus finanzas, y lo peor de todo, de sus consecuencias [luego nos preguntamos por qué estamos como estamos]. Para un emprendedor es sencillamente inaceptable pensar y actuar así, puesto que este siempre considera [o por lo menos debe considerar] que no se puede invertir en nada que luego no genere ingresos.
Los gustos, lujos y satisfacciones personales son bienvenidos solo una vez se haya alcanzado una suficiente madurez y capacidad financiera, de modo que al incurrir en esos gastos no se afecte el correcto funcionamiento de su proyecto de emprendimiento, negocio o empresa, como se quiera llamar.
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