Un costo hundido, también conocido como costo irrecuperable, se refiere a un gasto que ya ha ocurrido y que no puede ser recuperado de modo alguno, sin importar las decisiones presentes o futuras que se tomen. En otras palabras, es un gasto que ha sido realizado en el pasado y que no puede ser recuperado.
Importancia de los costos hundidos.
La importancia de conocer e identificar el costo hundido radica en que somos conscientes de que ninguna decisión podrá influir en el resultado futuro, puesto que, en cualquier caso, se trata de un costo que no es posible recuperar.
Las decisiones empresariales y personales deben tomarse bajo la certeza de que no es posible cambiar un resultado respecto a un costo hundido una vez que este se ha identificado.
El costo hundido debe concientizarnos de que, llegados a ese punto, lo más razonable y lo menos perjudicial es aceptar las pérdidas, toda vez que nada de lo que hagamos cambiará el resultado futuro, y, por el contrario, se corre el riesgo de que el costo hundido sea aún mayor.
Ejemplo de costos hundidos.
Un ejemplo común para entender mejor el concepto de costo hundido es el siguiente: imagina que compras una entrada para un concierto y luego, antes del evento, cambias de opinión y decides que no quieres asistir. El costo de la entrada es un costo hundido, ya que no importa si finalmente asistes o no al concierto, igual no puedes recuperar ese dinero.
En este caso, la decisión de asistir o no debe basarse en otros aspectos o motivos que no sean el de no perder la plata que ya gastaste, puesto que, cualquiera sea tu decisión, ya no la recuperarás.
Falacia del costo hundido.
La falacia del costo hundido, también conocida como sesgo de costo irrecuperable o efecto de aferrarse a lo hundido, es un error de razonamiento en el cual una persona toma decisiones basadas en costos ya incurridos que no se pueden recuperar, en lugar de considerar los costos y beneficios futuros de sus acciones.
Un ejemplo más de la falacia del costo hundido podría ser el siguiente: imagina que has pagado una cantidad considerable por una membresía de un gimnasio, pero con el tiempo te das cuenta de que no estás usando la membresía y que realmente no estás interesado en hacer ejercicio allí. Sin embargo, te sientes inclinado a seguir pagando la membresía solo porque ya has invertido una gran suma de dinero en ella.
Esta decisión se basa en la falacia del costo hundido, ya que estás dejando que el dinero ya gastado influya en tu decisión en lugar de considerar si continuar con la membresía tiene sentido para tus objetivos y preferencias actuales.
En resumen, la falacia del costo hundido es un error cognitivo en el que las personas se aferran a decisiones o inversiones pasadas simplemente debido a los costos ya incurridos, en lugar de evaluar las opciones actuales en función de los costos y beneficios futuros que podrían obtener si toman decisiones reconociendo y asumiendo la pérdida que les ha representado ese costo hundido.
Los riesgos del costo hundido.
El costo hundido es un dinero que se gastó y ya no se puede recuperar, pero si se continúa adelante con el proyecto o propósito, terminará perdiendo más tiempo y/o dinero del que ya perdió.
Es como una huida hacia adelante en lugar de hacer un alto en el camino, reconocer que ese gasto ya no se puede recuperar, y en su lugar dirigir sus recursos y esfuerzo hacia un nuevo objetivo que sí tenga sentido práctico y útil respecto a los beneficios futuros esperados.
Las personas tienden a tomar decisiones irracionalmente al pensar que deben continuar con una acción o inversión simplemente porque han invertido mucho tiempo, dinero o esfuerzo en ella, incluso si seguir adelante con ello no es la mejor opción desde un punto de vista lógico y práctico.
Este sesgo puede llevar a tomar decisiones subóptimas o incluso perjudiciales, ya que se basan en la emoción de querer recuperar lo que ya se ha gastado, en lugar de considerar los resultados futuros que se podrían obtener cambiando de enfoque o dirección.
El sesgo del costo hundido es lo que nos lleva a pelear guerras que de antemano sabemos que son pérdidas, lo que a todas luces es irracional e ilógico.
Costo hundido y costo de oportunidad.
El costo hundido y el costo de oportunidad están estrechamente relacionados, puesto que continuar en un proyecto o idea, conociendo de antemano que no tiene sentido, representa un costo de oportunidad, puesto que se desechan decisiones y alternativas con las que se podría obtener un resultado diferente.
Supongamos que invertimos en un proyecto la suma de $100 y luego nos damos cuenta de que ese proyecto no tiene futuro, pero tenemos $50 más que bien podríamos dedicar a un nuevo proyecto, pero que, debido al sesgo del costo hundido, decidimos invertirlos en el mismo proyecto solo porque ya hemos invertido $100.
En ese escenario, estamos renunciando a invertir $50 en otro proyecto o alternativa que sí podría haber tenido una utilidad, y esa renuncia implica un costo de oportunidad.
En este caso hay tres posibles resultados:
- Definitivamente se pierden $100 y se ahorran $50.
- Se pierden los $150.
- Se pierden $100, se protegen los $50 que aún tenemos, y además se obtiene una ganancia de esos $50.
Tomar una de esas alternativas implica renunciar a las otras dos, y de eso precisamente se trata el costo de oportunidad.
Es más o menos lo que ocurre con los jugadores de casino adictos, que, luego de haber acumulado pérdidas, no renuncian a seguir apostando porque consideran un fracaso dejar de apostar luego de haber perdido tanto, y al final terminan perdiendo mucho más, ignorando que, de haberse detenido a tiempo, hubieran podido salvar parte de sus recursos para ser destinados a otras tareas o propósitos más rentables.
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