Para una mejor comprensión y análisis de los activos, estos se clasifican según su capacidad para convertirse en efectivo, o según la destinación o uso que se les dé, y según su naturaleza.
Qué es un activo.
Un activo es un bien o derecho que tiene la capacidad de generar beneficios para la empresa, de generar ingresos o contribuir a generarlos.
La RAE define al activo como el conjunto de bienes y derechos con valor monetario que son propiedad de empresas o individuos.
Contablemente, un activo es la inversión o propiedad con capacidad para generar beneficios para el ente a partir de su venta o utilización.
Activos corrientes.
Se considera activo corriente todo aquel activo que es susceptible de convertirse en efectivo en un plazo igual o inferior a un año.
Es corriente todo aquel activo que se puede vender en un tiempo corto, permitiendo a la empresa disponer de capital de trabajo en un tiempo razonable.
Activos no corrientes.
Por el contrario, se denominan activos no corrientes a los activos que, para poder convertirse en efectivo, requieren de un plazo mayor a un año.
Generalmente, los activos fijos se consideran no corrientes, pero para ser exactos, hay que hacer una clasificación individual para cada caso.
Vemos que la clasificación del activo depende del tiempo esperado para su realización.
La clasificación del activo de esta forma es importante para medir la liquidez de la empresa, su capacidad de cubrir pagos de corto plazo. De allí que el capital de trabajo esté fundamentado en el activo corriente.
Una empresa donde la gran mayoría de sus activos sean convertibles en dinero en plazos mayores a un año es una empresa que tendrá dificultades para cumplir con sus obligaciones.
Activos fijos.
Los activos fijos son los bienes destinados normalmente a ser usados por la empresa, como las maquinarias, edificios, etc.
Activos movibles.
Los activos movibles son aquellos que la empresa destina para la venta, para ser comercializados.
Otras clasificaciones de los activos.
Según nuestro plan de cuentas, los activos se dividen así:
- Disponible.
- Inversiones.
- Cuentas por cobrar.
- Inventarios.
- Activos fijos.
- Activos intangibles.
- Activos diferidos.
Veamos cada uno de ellos para determinar cuáles se pueden catalogar como corrientes y cuáles como no corrientes.
El disponible, por sobradas razones, es un activo corriente, puesto que ya es efectivo.
Las inversiones, según su objetivo o plazo, pueden ser activos corrientes o no corrientes.
Por costumbre, se suelen calificar las inversiones como activo corriente, pero esto no siempre es así, puesto que aquellas inversiones permanentes son indiscutiblemente no corrientes.
En esto juega un papel importante las políticas de la empresa, puesto que, si en su política no está vender un activo que por su naturaleza es corriente, entonces se debe clasificar como no corriente.
Las cuentas por cobrar, por lo general, son activos corrientes. Muy pocas empresas, por ejemplo, dan créditos superiores a un año. Aunque pueden existir algunas cuentas por cobrar a más de un año, las cuentas por cobrar son básicamente activos corrientes.
Los inventarios son activos corrientes, puesto que su objetivo es precisamente ser enajenados dentro del giro ordinario de la empresa.
Los activos fijos, o lo que conocemos también como propiedad, planta y equipo, son siempre activos no corrientes, puesto que están destinados a ser utilizados por la empresa y no para ser vendidos.
Los activos diferidos, que son gastos pagados por anticipado y cargos diferidos, por ser un gasto o una erogación ya ocurrida, no se pueden considerar como activos corrientes, aún en los casos en que se trate de activos amortizables en un corto tiempo.
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